La temporada invernal en montaña en el Pirineo catalán se cerró esta semana con 360 aludes registrados, un 44% más que los 250 que suelen ser habituales, pero con un nivel de peligro bajo, al igual que la temporada anterior, y unas avalanchas, en general, de pequeño tamaño. 

 

Esto se ha debido a una acumulación de grosores de nieve por debajo de la media, una situación que sólo ha tendido a normalizarse a finales de temporada, sobre todo por las nevadas abundantes de marzo, abril y mayo.  Han sido precisamente estos meses los que han registrado más aludes. 

 

 

El Instituto Cartográfico y Geológico de Catalunya (ICGC), dependiente del Departamento de Territorio, emitió el 6 de junio el último Boletín de Peligro de Aludes (BPA) de la temporada, dirigido a las personas que practican actividades en la montaña.

 

 

 

Catalunya tiene 1.300 km2 de terreno avalanchoso y esta temporada destacan dos aludes de tamaño 4, que es el suficiente para recorrer 50 metros en terreno, durante el mes de enero. 

 

 

 

Lamentablemente cabe destacar un alud de deslizamiento basal de tamaño muy pequeño que causó un accidente con una víctima mortal en el sector del Ter-Freser a finales de marzo.

 

En términos generales, el grado medio del peligro de aludes en todo el Pirineo ha sido de 1,6 en una escala del 1 al 5. 

 

Al igual que la temporada anterior, el peligro de aludes ha estado por debajo de la media, que es de 2 para la serie 1999-2024. 

 

Este año tan sólo se ha producido un grado de peligro de aludes fuerte (4) durante nueve días, de forma local, los meses de febrero y marzo en el Aran-Franja Norte de la Pallaresa y en la Ribagorçana-Vall Fosca. 

 

También ha sido la temporada con un inicio más tardío de situaciones de peligro de aludes para el sector oriental del Pirineo de Catalunya.