Una jubilada debe pagar 2.500 euros por romperse la clavícula esquiando
Los cañones de una pista de Bergbahnen Wildhaus fueron el detonante de la caída.
Mar, 22/10/2024 - 11:47
Una esquiadora suiza de 73 años reclama a una estación de esquí tras un accidente, mientras una batalla legal de dos años la enfrenta a una aseguradora que no quiere hacerse cargo.
En una soleada mañana del 25 de enero de 2023, Rosmarie Halter, una jubilada de 73 años y experimentada esquiadora de Werdenberg, Suiza, se dirigía a las pistas de la estación de Bergbahnen Wildhaus, ubicada en la región de Toggenburg.
No era un día especialmente destacable para Halter, quien desde hace más de 50 años practica tanto esquí alpino como esquí de travesía.
Como miembro activo de un club de esquí, conoce las montañas como la palma de su mano y baja por las pistas con la destreza de quien ha pasado toda su vida deslizándose sobre la nieve. Sin embargo, ese día marcaría un antes y un después.
Halter recuerda con claridad cómo una fina llovizna le golpeaba la cara mientras pasaba a la izquierda de un cañón de nieve en la pista. “Fue desagradable”, admite, pero no pensó mucho en ello y siguió adelante.
En su siguiente bajada, optó por pasar por el otro lado del cañón, y fue entonces cuando sucedió lo inesperado. “Mis esquís se detuvieron de repente, como si estuvieran enterrados en el suelo, y salí volando”, relató más tarde.
La caída fue violenta y, en cuestión de minutos, Rosmarie se encontraba en una ambulancia camino al hospital, donde le diagnosticaron una fractura de clavícula.
Lo que parecía ser un desafortunado accidente aislado pronto se complicó cuando otro esquiador sufría una caída en el mismo punto de la pista segundos después.
Tras ambas cañidas y advertido el personal del telesilla, la estación marcó la zona con postes negros y amarillos, además de desactivar el sistema de innivación artificial en esa parte de la pista.
Rosmarie Halter.
En ese momento, Halter confiaba en que la estación asumiría su responsabilidad, no solo por el accidente, sino también por los gastos médicos asociados.
Semanas más tarde, en un correo electrónico dirigido a la estación, agradeció el rescate profesional, pero también expresó su preocupación por los costes.
Fue entonces cuando recibió la primera de muchas sorpresas desagradables. Aunque le aseguraron que no debía preocuparse porque “el seguro cubriría todo”, la compañía de seguros de la estación rechazó la reclamación de Halter, iniciando así una lucha legal que ha durado casi dos años.
El rechazo de la aseguradora se basó en que, según ellos, Halter se había acercado demasiado al cañón de nieve y que la nieve artificial estaba adecuadamente señalizada. “Cuando pasé por el cañón la primera vez, no tuve ningún problema, y el día del accidente mantuve suficiente distancia. Solo me molestaba la llovizna en la cara”, explica la esquiadora.
Además, la estación argumentó que la colocación de los postes de advertencia tras su accidente no implicaba la admisión de un error ni una violación de su obligación de seguridad. “Colocaron los postes porque consideraron que el área debía señalarse, pero no porque estuvieran obligados a hacerlo”, explicaron desde la aseguradora, negando también que tuvieran conocimiento de una segunda persona que hubiera caído en ese mismo lugar.
La frustración de Halter creció cuando se dio cuenta de que, al no haber tomado fotografías del lugar del accidente ni haber reunido testimonios de otros esquiadores presentes, carecía de pruebas suficientes para demostrar la peligrosidad de la pista.
Bettina Umhang, abogada suiza experta en responsabilidad civil, explica que en estos casos la carga de la prueba recae sobre la persona afectada. “Los esquiadores que sufren un accidente y buscan una indemnización deben demostrar que la estación de esquí ha incumplido su deber de cuidado. Sin pruebas sólidas, es casi imposible tener éxito”.
En junio de 2024, tras casi dos años de idas y venidas, Halter recibió una declaración final por parte de la aseguradora de la estación de esquí. En ella se reafirmaba la postura de la compañía: “No tenemos constancia de que ninguno de los empleados haya admitido errores o responsabilidades”, rezaba el documento.
Además, señalaban que, sin registros oficiales ni testimonios, la responsabilidad del accidente no recaía sobre la estación.
Rosmarie Halter se encuentra ahora en la difícil posición de tener que cubrir personalmente los costes médicos derivados del accidente, que ascienden a cerca de 2.500 euros, debido a la elevada franquicia que eligió en su póliza de seguro de salud.
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