La posibilidad de que los italianos puedan volver a esquiar será una de las primeras decisiones que deberá adoptar el nuevo gobierno de Mario Draghi: que podrá revocar, o no, la prohibición de viajar entre regiones, tras casi dos meses de prohibición.

 

Desde el 1 de febrero, casi toda Italia se encuentra en la zona amarilla, según el código de color que rige las aperturas de lugares públicos en función de su situación epidemiológica.

 

De hecho, dieciséis de las veintiuna regiones italianas tienen una tasa de transmisión del virus de menos de 1 (0,84) y cuatro italianos de cada cinco han podido recuperar algo de normalidad.

 

Si bien el toque de queda se mantiene en todo el país de 10 p.m. a 5 a.m., al igual que la prohibición de circulación entre regiones, los bares, restaurantes y museos están abiertos de 6 a.m. a 6 p.m. en todas partes, excepto en Sicilia, Cerdeña, Umbría y Valle de Aosta (colocada desde esta noche en estricto confinamiento) y la provincia autónoma de Bolzano y Puglia, que permanecen en la zona naranja.

 

En este contexto sanitario, el comité italiano dio este jueves 4 de febrero luz verde para que las estaciones de esquí que se encuentran en la zona amarilla puedan reabrir el 15 de febrero, aunque los remontes deberán seguir cerrados en las zonas clasificadas en naranja y rojo.

 

Si finalmente se concreta la reapertura del esquí en esta fecha, se podrán aprovechar los días del puente de Carnaval.

 

La única certeza, por ahora, es que solo esquiadores de regiones de amarillo podrían esquiar, pero no las que estén en otro color, porque el CTS ha rechazado la propuesta de las regiones de reabrir también en el área naranja con la capacidad reducida al 50% en todos los sistemas y el uso obligatorio de máscaras Ffp2.

 

También están claras las medidas que deberán adoptar las estaciones: máscara obligatoria -Ffp2, venta de forfaits limitada a un aforo máximo, capacidad de telecabinas reducida al 50% por defecto, telesillas 100% solo si no utilizan los domos cortavientos, sistemas de gestión de colas en los remontes, accesos de entrada y salida separados y reglas estrictas para refugios -las mismas que para bares y restaurantes-. Y, por supuesto, nada de après-ski con música y aperitivos.