En la Cerdanya, las fiestas nocturnas de este local de ocio son bien conocidas por los que buscan divertirse, en su mayoría jóvenes, que llenan “El Badiu” y su exterior hasta los topes.

 

 

Durante este verano, este incumplimiento ha sido denunciado en varias ocasiones públicamente por clientes, restauradores y demás locales y discotecas de la comarca, que no entienden que mientras unos cumplen rigurosamente todas las medidas contra la Covid-19, otros no lo hagan.

 

 

 

Ahora, la situación ha trascendido el ámbito comarcal y se ha hecho global, con un video donde se ven unos 300 jóvenes la noche del sábado en una fiesta multitudinaria en el local, la gran mayoría sin llevar mascarilla ni respetar el distanciamiento de seguridad. Como se trata de un espacio con una parte al aire libre, los jóvenes tampoco cumplieron la prohibición de fumar a menos de dos metros de otro.

 

Las imágenes las ha destapado el diario El PAÍS y han sido publicadas por medios como TV3 o Regió 7.

 

En el vídeo difundido por EL PAÍS se observa cómo los jóvenes cantan abrazados y sin mascarilla en la pista de baile principal del espacio gastromusical Badiu momentos antes del cierre, que se produjo alrededor de la 1.00 h de la madrugada.

 

Diversos testigos señalan que, pese a la insistencia de los camareros, gran parte de los clientes que se congregaron durante toda la noche en las barras de este popular establecimiento solicitaron sus consumiciones sin mascarilla y a escasa distancia de los trabajadores.

 

En declaraciones a este diario, el propietario del espacio gastromusical, Mauro Maqueda, explica que “nosotros obligamos a los clientes a entrar con mascarilla y hacemos todo lo posible para adaptarnos a las medidas que van saliendo. Cada noche echamos a gente porque no se comporta”.

 

En las mismas declaraciones, Maqueda apela a la “responsabilidad individual” y denuncia las dificultades que tienen los locales para cumplir con las restricciones. “Es prácticamente imposible tener a jóvenes de 18 a 25 años sentados, quietos y sin bailar. Al menos aquí hay un mínimo control. Si yo no abro, los grupos se ramifican”, señala el empresario.