Múnich, Innsbruck, esquí en el Tirol y Oktoberfest
Telecabina Rifflseebahn que nos lleva al pie del lago Rifflsee a 2.300 m
Mon, 08/07/2024 - 17:10
Un viaje combinado de esquí y après-ski, posible solo durante la segunda quincena de septiembre.
¿Eres esquiador? ¿Eres viajero? ¿Y haces vacaciones en septiembre? Si respondes que si a las tres preguntas esta propuesta te interesa.
Un viaje de 9 días, para realizar durante la segunda quincena de septiembre, visitando Múnich, Innsbruck y esquiando en los glaciares tiroleses. Un viaje combinado que, además, te permitirá vivir el mejor après-ski del mundo: la Oktoberfest.
Septiembre significa, especialmente para los esquiadores, alegría. Dejamos atrás los calores más intensos y parece que una nueva temporada de nieve ya está más cerca. Una especie de cuenta atrás psicológica en la mentalidad del esquiador. Pero no nos engañemos: en el mejor de los casos, si lo que queremos es esquiar en los Pirineos, todavía toca esperar tres meses. O dos meses en condiciones excepcionales, como fue el inicio de temporada en 1 de noviembre de 2018.
Así pues, si lo que se desea es esquiar en septiembre, toca desplazarse a los glaciares del centro y norte de Europa. O en el hemisferio sur. En nuestro caso, y después de valorar varias opciones de acuerdo con las condiciones meteorológicas del momento, así como del estado de la nieve en los glaciares alpinos, optamos por un viaje combinado entre Múnich (Alemania) y el Tirol (Austria). Y fue un acierto, porque le sumamos el mejor après-ski posible: la Oktoberfest.
Panorámica del Valle de Pitztal.
Este es un viaje que nos permite conocer un par de capitales europeas (Múnich e Innsbruck) y al mismo tiempo la posibilidad de esquiar en los glaciares austríacos, ya que tres de ellos (Hintertux, Pitztal y Kaunertaler) anunciaban apertura para el 21 de septiembre, primer día del otoño.
El circuito empezaba y finalizaba en Múnich, lo que nos permitió conocer otros monumentos arquitectónicos como el castillo de Neuschwanstein, las ciudades olímpicas de Garmisch-Partenkirchen e Innsbruck o la montaña del Zugspitze.
Para llegar a Múnich, una de las opciones rápidas y cómodas es hacerlo en avión. Hay vuelo directo desde Barcelona o Madrid con varias compañías. Y una vez allí optamos por alquilar un vehículo para descalzarnos rápida y fácilmente entre los muchos atractivos turísticos visitados, que a continuación desglosaré. Esta es la crónica de nuestro viaje, con llegada, el 18 de septiembre, y salida, el 26 de septiembre. ¿Vamos?
Primer día: Neuschwanstein (18 de septiembre)
El vuelo entre Barcelona y Múnich fue puntual. En minutos recogíamos maletas, el coche de alquiler y ya salíamos hacia los Alpes bávaros para visitar el castillo de Neuschwanstein, a unas 2 horas del aeropuerto.
Neuschwanstein es el edificio más fotografiado de Alemania. Y eso, claro, es sinónimo de muchos turistas visitándolo. Es una cita imprescindible y para la que es necesario concertar entrada si se quiere visitar el castillo por el interior (hay que hacerlo con tiempo, si no resulta imposible). Lo visitamos por su fachada exterior, pese a la lluvia que a ratos se hizo molestosa. No hay que perderse el sendero que le lleva hasta el puente colgante de Marienbrücke y, un poco más arriba, un mirador donde tomar buenos clics.
Castillo de Neuschwanstein.
El castillo es estéticamente de película, fantasioso en toda su realidad y en la historia que conlleva. No es de extrañar que haya sido motivo para la inspiración de películas marca Disney. Edificio aparte, el paisaje en el que se encuentra es muy bello. Como detalle, a pocos kilómetros de llegar al castillo, se pasa por la pequeña estación de esquí de Tegelberg-Schwangau.
Comida en Fussen
Dormimos en el hotel Luitpoldpark (muy correcto todo: habitaciones y comidas), en el pueblo de Füssen, una ciudad bien cuidada y que, aparentemente, nos dio la impresión que vive básicamente del turismo.
Mañana, toca visita al puente colgante o pasarela Highline179, ya por el camino de Garmisch-Partenkirchen.
Segundo día: Garmisch-Partenkirchenn (19 de septiembre)
Doble objetivo del día: la Highline179 y Garmisch-Partenkirchen. A menos de 30 km de Füssen se encuentra Reutte y el puente tibetano Highline179, ya dentro de Austria. Antes de pisar el país austríaco es imprescindible comprar el pase o peaje viñeta de las autopistas. Nosotros lo hicimos en una gasolinera, todo mediante una app y sin necesidad de poner ninguna pegatina.
Puente tibetano Highline179
La pasarela Highline 170 es fácilmente accesible con dos funiculares desde la carretera camino a Garmisch. Conecta el castillo de Ehrenberg con los restos de la fortaleza romana Claudia del siglo XVII. Forma parte de la exclusiva lista de los 5 puentes colgantes al estilo del Tíbet más largos del mundo. Mide 406 metros de largo y tiene una altura de 114 metros. Una visita que merece la pena por las buenas panorámicas y por la vertiginosa sensación cuando se cruza. Y por el balanceo, en algún momento divertido.
A media mañana terminamos la visita y nos desplazamos hasta la olímpica Garmisch, a unos 50 minutos en coche, atravesando de nuevo la frontera entre Austria y Alemania.
Garmisch-Partenkirchen.
En Garmisch-Partenkirchen, como esquiadores que somos, lo primero que hacemos fue visitar el parque olímpico de la ciudad, bien conocido por sus trampolines de saltos que, cada 1 de enero y dentro del Torneo de los Cuatro Trampolines, dan la vuelta al mundo a través de distintos canales de televisión. En directo y a pie del trampolín grande no da la sensación de impresionante que sí transmite la televisión.
Sobre Garmisch y Partenkirchen cabe recordar que eran dos municipios independientes que se vieron obligados a convertirse en uno solo por el deseo explícito de Adolf Hitler en 1935, como paso previo a acoger los Juegos Olímpicos de Invierno de 1936.
Así pues, dos identidades todavía hoy bastante diferentes. Garmisch es la parte moderna y dinámica, mientras Partenkirchen es la parte más turística. La oferta hotelera en la ciudad es generosa y uno rápidamente se imagina el ambiente 100% deportes de invierno. Nos alojamos en el Hotel Mercure, de donde conseguimos buenos precios y nos seduce especialmente su piscina climatizada a cubierto. Y buena comida.
Tercer día: visitamos el Zugspitze (20 de diciembre)
El Zugspitze (2.962 m) es la montaña más alta de Alemania, y en pleno septiembre destacaba altiva entre paisajes de verde intenso y el lago Eibsee. Desde el centro de la ciudad se puede acceder en tren o en coche, a solamente 6 km del pie del teleférico que nos lleva a la cima. El remonte fue renovado totalmente en el 2017, siendo ahora una verdadera obra de ingeniería: supera 2.000 metros de desnivel en diez minutos.
Vistas panorámicas desde el Zugspitze.
En la cima del Zugspitze acertamos un día de sol y cielo azul, lo que nos permitió disfrutar de panorámicas impresionantes. Como uno se puede imaginar por tratarse de la montaña más alta del país, atrae cada año a medio millón de visitantes.
Además, es un pico fronterizo entre Austria y Alemania. Se puede acceder por las dos vertientes, con el aliciente que por el lado alemán la bajada se realiza por otra vertiente de la montaña, en este caso mediante y combinando un segundo teleférico (de trazado diferente al primero) y un funicular, que te dejan en el mismo sitio por donde se ha iniciado la subida.
Cima del Zugspitze.
En la cima hay una completísima infraestructura de restaurantes, tiendas, exposiciones y servicios diversos. Qué montaje tienen estos alemanes en el Zugspitze. ¡Las horas pasan volando!
Bajo el pico, y por la vertiente opuesta a lo que hemos subido, hay una estación de esquí y el glaciar agónico de Schneeferner, al que llegamos con un segundo teleférico más corto, que hemos mencionado unas líneas más arriba. Duele recordar que en los años setenta y ochenta el glaciar ofrecía esquí de verano.
Restos del glaciar de Schneeferner.
(Para saber más de nuestra visita al Zugspitze le recomendamos la lectura de este artículo específico: https://www.lugaresdeaventura.com/reportaje/tocando-el-cielo-en-el-zugspitze-la-montana-mas-alta-de-alemania).
Acabada la magnífica visita, toca tomar de nuevo el coche y hacer camino hacia el valle de Tux, en el Tirol austríaco. Desde el pie del Zugspitze y hasta el bucólico hotel Höhlenstein, en el pueblecito de Juns, (junto a Hintertuxer y el glaciar), tenemos 145 km y dos horas largas, que se hacen circulando por carreteras que atraviesan fantásticos paisajes de montaña. De esas que servirían para ilustrar un calendario.
Cuarto día: visita al glaciar de Tux (21 de septiembre)
Toca levantarse temprano y dirigirse al glaciar de Tux, a tan solamente 10 minutos de coche del hotel. Desafortunadamente, la visita a la estación en su primer día de apertura de otoño no salió bien. Los remontes y pistas del glaciar están cerrados por tormenta de nieve y viento, nos explicaron desde las taquillas.
Estación de esquí y montaña de Hintertux.
Dos turistas venidos expresamente de Múnich para esquiar, y nosotros, nos quedamos con las ganas. Antes de irnos, hacemos una mini excursión para visitar unos saltos de agua que se sitúan pocos minutos después del aparcamiento pie de pistas del glaciar. Es una actividad que nos ha recomendado a la simpática chica de taquillas cuando ha visto nuestra decepción. Cualquier actividad que ayude a olvidar la resignación por no poder esquiar es reparadora.
Pero la visita dura poco (20 minutos, quizás 30) e igualmente pensamos que será bueno aprovechar el día más allá de las montañas. Después de todo, venimos de vacaciones, y a hacer un poco el turista.
Nos dirigimos hacia Innsbruck (a 90 km y 1 hora y 20 minutos). Saliendo del valle de Tux accedemos a la autopista E45, bien ajetreada de camiones que se dirigen hacia la frontera italiana. A pocos quilómetros para llegar a Innsbruck salimos de la autopista y nos detenemos a dejar maletas en el hotel Der Reschenhof, en el pueblo de Mils, en concreto a 20 km del centro urbano de la capital tirolesa. Será nuestro centro de operaciones durante un par de días. Ya apetece quedarse alguna noche seguida en el mismo hotel.
Hall in Tirol.
Mils es una pequeña población limítrofe con Hall in Tirol, un bonito y tranquilo pueblo de arquitectura tirolesa, dentro del cual aprovechamos para visitar la iglesia de San Nicolás y pasear por sus calles empedradas. Y para comer en la plaza principal. Tras zamparnos rápidamente una especie de salchicha Frankfurt, no especialmente apetitosa, avanzamos la visita a Innsbruck para pasar el resto del día. La capital del Tirol nos parece una ciudad preciosa. Además, cuando eres esquiadora, a una les gusta recordar que fue olímpica de juegos de invierno, en los años 1964 y 1976.
Tejado de oro en Innsbruck.
Entre los imprescindibles se encuentra la visita al centro histórico, con su tejadillo de oro, la calle Maria TheresienStrasse y el trampolín de saltos de esquí de Bergisel. Nos quedamos con las ganas de visitarlo por dentro y subir a su mirador.
Quinto día: Schwaz por la mañana, Innsbruck por la tarde (22 de septiembre de 2023)
Minas de plata de Schwaz.
Muy cerca de Innsbruck y de Mils, están las minas de plata de Schwaz. Una sorpresa muy recomendable, más aún como se nos presenta el día, con lluvia intensa ya desde buena mañana. La visita dura medio día y ha conseguido convertir un espacio oscuro y húmedo en algo más que una experiencia histórica, cultural y divertida.
Innsbruck.
¡El guía es alemán, y en un alemán cerrado (que si fuera en alemán abierto tampoco entenderíamos nada, aparte de alguna palabra suelta!!), pero existe la opción de descargarse una app que te permite seguir las mismas instrucciones del guía en varios idiomas, entre ellos el castellano o el inglés. La tarde la dedicamos a Innsbruck, a poco más de 30 minutos.
Vista del río y sus edificios de colores en Innsbruck.
Sexto día: inauguramos el otoño esquiando en Pitztal (23 de septiembre de 2023)
Tras la visita fracasada para esquiar en Hintertux, todas las esperanzas estaban depositadas en esta sexta jornada. Y la cosa salió bien. Dejamos nuestro hotel en Mils, que se demostró como una magnífica y estratégica base de operaciones para visitar el Tirol, sobre todo por ubicación, por sus instalaciones y por sus servicios. Nos dirigimos hacia el valle de Pitztal, a 95 km y 1 hora 30 por buena carretera. De nuevo bajo la lluvia, o sea que ya se intuía que en el glaciar estaría nevando.
Reseguir el valle de Pitztal es un placer. Observamos pueblos de arquitectura muy cuidada y prados verdes de gran pendiente hasta el límite de la carretera. Parece jardinería de alta montaña, más que pastos.
Después de alquilar los equipos (en la tienda nos dicen que somos los primeros turistas del día), ya podemos acceder al glaciar de Pitztal. El Gletscherexpress, funicular con base en Mittelberg (1.730 metros), tarda 8 minutos para llegar a los 2.840 metros a pie de glaciar.
En pistas la jornada vino marcada por la nevada y por los pocos esquiadores. Todos ellos integrantes de clubs de competición que aprovecharon el primer día de apertura para empezar la temporada y hacerlo entrenando. Arriba en el glaciar hay que visitar la cafetería 3440 construida en 2012, considerada una obra maestra de la arquitectura de alta montaña.
Cerca de la cafetería encontramos el mirador del Hinterer Brunnenkogel (3.444 m), desde el cual las vistas pueden dar por hecho que son impresionantes. (Reportaje de nuestra esquiada en Pitztal en este enlace: https://www.lugaresdenieve.com/?q=es/reportaje/esquiamos-en-el-glaciar-austriaco-de-pitztal-en-otono ).
Esquí en el glaciar de Pitztal.
Terminada la esquiada, nos dirigimos hacia el hotel Alpinehof Pitztal, a unos 12 km del aparcamiento pie de pistas del glaciar. Un bonito y cuidado hotel de gestión familiar, siempre atentos a cualquier necesidad de sus clientes.
Durante el mes de septiembre en Pitztal no hay demasiado après-ski, menos aún en un día de lluvia, así que nos quedamos con las ganas de catar ni que fuera un poquito cómo será el ambiente invernal en este valle. Dedicamos la tarde a visitar los tranquilos pueblos del valle, como St-Leonhard im Pitztal. La jornada, pues, se terminó cenando temprano y yendo a dormir muy prontito. Mañana toca vista al Rifflsee.
Schnitzel: La popular carne empanada, típica en Austria y Alemania.
Séptimo día: Rifflsee y Múnich la nuit con Oktober fest (24 de septiembre)
Los valles del Tirol son, por lo general, estrechos, verdes... lo que llamamos "postal". Y el de Pitztal es uno de los mejores ejemplos. Y como cada valle tiene sus características que lo hacen único, aquí también hay varios parajes que lo hacen singular. Existen bastantes rutas para el senderismo, entre las que destaca el lago Großsee.
Nosotros optamos por una caminata más tranquila, pero igualmente interesante: el lago natural de montaña más grande de los Alpes de Ötzal: el lago Rifflsee. Sus aguas brillan con diferentes tonos de azul y verde según la incidencia de la luz del sol. Está a 2.232 m de altura, en el centro de la estación de esquí Rifflsee, que al mismo tiempo se conecta y forma parte del dominio esquiable de Pitztal. Al lago y a la estacxión se llega fácilmente por una telecabina.
Vistas al lago Rifflsee.
Desde la terminal superior de la telecabina se puede realizar una agradable y suave caminata por un sendero bien marcado que rodea el perímetro de lago. Ya por la tarde nos desplazamos hacia Múnich, a 2, horas y media de coche, para hacer los 160 km que nos separan de la ciudad. De camino nos quedamos a comer en Arm Im Pitztal, donde hacemos una de las mejores comidas de nuestro viaje. Aprovecho para comentar que la gastronomía en Austria es de muchísima calidad, aunque no es muy variada, porque cada día acabamos cenando o comiendo Wiener Schnitzel. O sea, escalopa a la vienesa.
En ruta hacia Múnich pasamos por la estación de esquí de Seefeld, donde hicimos una breve parada y paseamos por sus calles comerciales. Da la sensación de que en invierno debe ser un destino con mucho ambiente. De hecho, en nuestro viaje, ha sido una constante observar estaciones de esquí a lo largo de los kilómetros recorridos.
Nada más levantar un poco la vista hacia las montañas, es fácil distinguir pistas trazadas en el bosque o ver en el horizonte de las montañas pilonas, cables y cabinas.
Muy posiblemente no hay pueblo que, si no tiene estación de esquí, al menos sí tendrá algún remonte. Ya de noche llegamos a Múnich, y a nuestro hotel Eurostars, listo para disfrutar del Oktoberfest, una fiesta que tiene una duración de quince días que deben terminar en el primer domingo de octubre.
Nuestra primera noche en el recinto ferial nos sirve más para asombrarnos que para disfrutar. Y es que con lo que vemos quedamos gratamente impresionados.
Octavo día: Múnich y Oktoberfest (25 de septiembre)
Múnich es una ciudad en la que, a primera vista, no te importaría quedarte a vivir: moderna, con una historia que la hace apasionante, alegre, dinámica y agradable para visitarla y pasear por ella. Si además piensas que estás cerca de los Alpes...
Carillón en la Marienplatz de Múnich.
Para visitar Múnich recomendamos hacerlo con una ruta guiada, en grupo o personalizada, por la mañana, ya que así se obtiene una visión básica y esencial, pero suficiente para captar ni que solo sea un poco el alma de la ciudad. Imprescindible no perderse presenciar el carillón en la Marienplatz.
Y por la tarde, después de comer (en nuestro caso lo hicimos en la cervecería histórica Graggenau), tocaba visita por libre. La variedad de opciones es extensa, pero basta con dejarse perder por las calles de la ciudad para disfrutarla más allá de lo que recomiendan las guías. Interesante, por ejemplo, la visita al EnglishcherGarten donde se puede observar cómo hacen surf en un río canalizado en pleno centro de la ciudad.
Y para redondear el viaje, de nuevo por la noche visita a la Oktoberfest, en esta ocasión debidamente vestida con el traje tradicional, lo que nos permite disfrutar más y mejor de la fiesta. Se puede comprar el traje o alquilarlo. Para encontrar mesa, hay que preguntar a las camareras, que son quienes ayudarán a encontrar una mesa que se adapte a nuestra imagen y forma de ser. Por mucho de bávaro o bavaresa que una se vista, ya te ven a venir de lejos que eres un turista, pero les gusta ayudar y buscarte una mesa. A nosotros enseguida nos buscaron sitio con una mesa con ingleses, polacos y alguna otra nacionalidad. ¡Nos lo pasamos bomba!
Debidamente vestidos para la Oktoberfest.
Ah, y hay que ser generoso con las propinas, no hacerse la tacaña, sobre todo con la camarera que os ha encontrado mesa. Siempre estará más atenta si os falta una cerveza. Y otra. Y otra...
Nada más: disfrutad de una fiesta única en el mundo, popular y abierta. Ah, tampoco hay que extrañarse de ver a mucho personal, hombre o mujer, mayor o joven, y de todas las condiciones, con problemas por exceso de cerveza, pero menos de lo que podría parecer.
Para disfrutarla bien, mantenerse en el límite de beber alcohol dosificadamente, porque la fiesta dura horas.
Un detalle: en el recinto ferial hay bastante policía por todas partes, y las peleas por exceso de bebida, que de hecho únicamente vimos una, enseguida las resuelven con discreción y un buen know-how que ya nos gustaría ver en nuestro país. Combinar a finales de septiembre la visita a Múnich e Innsbruck con el esquí en los glaciares tiroleses, solo pueden dar como resultado el mejor après-ski del mundo.
Mesas compartidas en los bares de la Oktoberfesf.
Volvemos a casa (26 de septiembre)
Y al noveno día, resucitados, volvemos a casa. Hasta aquí nuestro circuito viajero combinando esquí y turismo por Múnich y Tirol.
Nuestro agradecimiento a: Agencia de viajes Snowmada (especialistas en Austria) por su asesoramiento y ayuda en la planificación, organización y gestión en nuestra visita al Tirol austríaco, además de los contactos con Pitztal y el hotel de Mils. A la oficina de turismo de Pitztal y su estación de esquí, así como en el hotel Alpenhof, por todas las gestiones y cuidados con nuestras necesidades. Al hotel DerReschenhof de Mils, en Innsbruck, base de operaciones de nuestra estancia y actividades en el Tirol austríaco.