Una exitosa trayectoria con más mérito si cabe, por provenir de un país con muchas montañas y demasiado mar. Blanca ganó cuatro pruebas de la Copa del Mundo: el Gigante de Vail en 1985 y los slaloms de Sestrière 87, Morzine en 1990 y Lech en 1991.

 

 

 Además, en la general de la Copa del Mundo, su mejor clasificación fue una cuarta plaza, en 1988. También fue tercera en la general de la especialidad de slalom en 1991 y 1992, y en gigante en 1988.

 

Pero sin duda, su mayor triunfo llegó en los Juegos de Albertville'92, aunque su bagaje olímpico no había sido exitoso hasta entonces. De hecho, Blanca participó en tres ediciones antes de lograr el mayor logro de su carrera: Lake Placid (1980), Sarajevo (1984) y Calgary (1988).  

 

Su primera cita le llegó con sólo 16 años, era demasiado joven. Cuatro más tarde, en Sarajevo, consiguió el tercer mejor tiempo en la primera manga del gigante siendo sexta en la segunda. Cada vez estaba más cerca de las mejores. En Calgary, Blanca se quedó a las puertas del triunfo, una caída la apartó del liderato que llevaba hasta ese momento. Fueron momentos de flaqueza que la llevaron a pensar en la retirada. 

 

 

 

En Albertville, la esquiadora madrileña por fin pudo quitarse el peso del oro conseguido años atrás por su hermano, la madurez y experiencia fueron un punto decisivo para Blanca Fernández Ochoa y conseguir la tan ansiada medalla olímpica.

 

Tras marcar el segundo mejor tiempo en la primera bajada, justo por detrás de la estadounidense Julie Parisien. Una segunda manga impecable después de que la neozelandesa Coberger hiciera su mismo tiempo, sin embargo, dominó su slalom con una sobria bajada y aseguró el tercer puesto.

 

Blanca Fernández Ochoa con su medalla olímpica | RTVE.es

La española ya tenía ya su bronce colgado al cuello, una medalla que sabía a oro y que suponía un antes y un después para los deportes de invierno, pero, sobre todo, para el deporte femenino español.