A un turista se le atragantaron las dos pizzas que pidió en la estación de esquí de Aspen, Colorado. Y no precisamente porque no fueran sabrosas, sinó porque terminaron costándole una fortuna.

 

 

Lo que siguió fue una sorpresa desagradable. Una vez que las pizzas llegaron a su mesa, el turista quedó atónito al recibir la cuenta: 91 dólares, más propina.

 

 

La explicación fue aún más frustrante: un mensaje de texto posterior a la orden reveló que las tarjetas de crédito se autorizaban por un margen superior al total, liquidándose con precisión al cierre del negocio.

 

Esta discrepancia dejó al turista no solo con un mal sabor de boca, sino también con un vacío notable en su cartera.

 

 

La reacción en línea fue inmediata y visceral. Comentarios indignados llenaron la publicación de @charliechando, con usuarios expresando su incredulidad ante el exorbitante precio de dos simples pizzas.

 

Algunos sugirieron disputar el cargo con la compañía de la tarjeta, mientras que otros simplemente se burlaron de la calidad y el aspecto de la comida.

 

La experiencia del turista resaltó una discrepancia entre el prestigio de Aspen como destino turístico y la realidad de sus precios gastronómicos.

 

 

En última instancia, la historia sirve como una advertencia para los visitantes desprevenidos que buscan disfrutar de Aspen: en un lugar donde los precios pueden ser tan imponentes como las montañas que lo rodean, es mejor estar preparado para cualquier gasto inesperado, incluso cuando se trata de algo tan simple como una pizza.