Recordando Llessuí con Jordi Farreny
Jordi Farreny el pasado mes de diciembre en Port Ainé (Foto: I. Sanz).
Todavía hoy en Llessuí los remontes, abandonados y ya irrecuperables para su funcionamiento, forman parte del paisaje del Valle de Àssua. Son testigos físicos que demuestran el difícil negocio del mundo de la nieve y el esquí.
Llessuí, sin embargo, es un caso que también nos permite corregir errores del pasado y servir de ejemplo a otras estaciones de esquí para que no caigan en los mismos fallo s. El ex-director de Llesui, Jordi Farreny nos ayuda a entender el porqué, a diferencia de sus vecinas Espot y Port Ainé, Llessuí no ha sobrevivido como centro invernal hasta nuestros días.
¿Jordi, cuándo y cómo comienza tu relación con el Pallars y con Llessuí en concreto?
Mi padre tenía una escuela privada en Lleida y cada temporada organizaba dos cursillos de esquí. Recuerdo que a menudo íbamos a Formigal y Andorra, pero mi padre siempre tenía especial preferencia por ir al Pallars. Por eso, finalmente, escogió hacerlos en Espot y en Llessuí. En paralelo, cuando yo todavía era pequeño, mi familia se hizo una casa aquí y por proximidad empezamos a esquiar en Llessuí. Entré en el equipo de competición de la estación. Era un momento en que yo tendría unos 12 o 13 años. Recuerdo que éramos muy poquitos socios y corredores, pero nos llevábamos muy bien. En ese momento el entrenador ya era Pepe Rubio.
¿Cómo fueron los entrenamientos con Pepe Rubio?
Pues hizo un buen trabajo y con muy pocos medios. El equipo de competición de Llessuí tenía muy poco que ver con lo que podían tener otros clubes de la Cerdanya o Andorra. Era un momento en el que las ganas y la ilusión compensaban, de largo, los pocos medios económicos que había en ese club y en aquella estación.
Jordi Farreny desde su tienda de deportes en Sort (Foto: I. Sanz).
¿Y cómo era Llessuí para entrenar y competir?
Normalmente entrenábamos y competíamos en la pista de los Altars. Para acceder a la pista había un telesquí de, más o menos, 2 kilómetros de longitud y tenía una curva con ángulo recto. Pero Pepe ya se adelantó unos años a lo que luego se normalizaría y, además de pasar puertas y mejorar la técnica, nos hizo entrenar en el aspecto físico.
Aún recuerdo como desde la cota alta de Llessuí, a unos 2.450 m, nos hacía bajar en descenso sin parar hasta la cota baja, aparcamiento a 1.450 m. Recuerdo que las pistas no se pisaban como ahora y te podías encontrar de todo, desde baches a nieve virgen.
¿Y el material para entrenar?
La evolución ha sido brutal. Las puertas o palos eran de madera de avellano y los tenías que apartar con el brazo y te dabas unas castañas tremendas.
¿Se hacían muchas competiciones a Llessuí?
Para ser aquella época sí. Cuando empezamos a esquiar en Llessuí sólo hacía dos años que se había abierto Baqueira, en 1965, y dos años más tarde se abría Llessuí. Ya en 1968 o 1969 se ponía en marcha Espot. Pero Llessuí no era una estación con garantía de nieve, aparte de no haber cañones, que en aquella época no los había, tampoco se había preparado la estación para acumular nieve. O sea, ni paravientos, ni rebajes en las pistas ni nada de eso. Y cuando soplaba el viento de norte ya te puedes imaginar como quedaba aquello.
Años más tarde sí se probó de instalar una especie de paravientos que eran de color naranja y de plástico cuadriculado, un tipo de malla muy gruesa que hacía perder fuerza al viento. Tras el mallado se depositaba la nieve y más o menos hacían la función que hacen ahora los paravientos verticales que vemos en muchas estaciones. El caso es que, en conjunto, en Llessuí todo era un poco precario.
Llesui, font Postals antigues
¿Y cómo te acabas convirtiendo el director de Llessuí? ¿Nos lo puedes explicar cronológicamente?
Pues como te decía, primero estuve compitiendo con el club de Llessuí y cuando cumplí los 18 años fui a hacer el primer curso para ejercer de profesor de esquí. Y cada año que podía iba a subir un grado hasta convertirme en diplomado, para lo que necesité 5 años.
El siguiente objetivo ya fue el título de entrenador nacional, que eran 5 años más, que hoy sería un equivalente a un TD3. Todo ello en 10 años, y recuerdo que no era en ningún caso económico. En cierto modo lo que quería hacer era como Pepe Rubio. Hoy en día soy formador y examinador de profesores y lo ejerzo desde el instituto de la Pobla. Por cierto, que me parece justo añadir, sobre el instituto de la Pobla, que es el que más alumnos tiene de sus especialidades, esquí, escalada, barranquismo, etc y eso con más variedad de procedencia, con alumnos que vienen desde Sierra Nevada o Galicia por ejemplo.
Al llegar el año 77, y después de estar aquellos diez años en contacto directo y muy a menudo con la dirección, entonces Quico Rafel, y también con los propietarios de la estación, fue cuando me casé. Ese mismo año desde la dirección me ofrecieron ser el jefe de pistas de la estación. Lo acepté, renuncié a los estudios universitarios y ya de forma definitiva me establecí aquí en el Pallars. Fui jefe de pistas unos 4 o 5 años, hasta hacia el año 82.
Y luego, ¿qué pasó?
Llegó la siguiente etapa. El hecho de ser jefe de pistas me gustaba y suponía unos ingresos extras, pero realmente lo que me motivaba era la competición. Como el trabajo de pistas sólo duraba, yendo muy bien, de noviembre a abril, decidí volver a la competición en invierno. Y en verano empecé a introducirme en el mundo del rafting.
Pero el tema de la competición en invierno lo planteé diferente a como lo había hecho antes. Junto con otro compañero empezamos a introducirnos de lleno en ese mundillo y organizamos viajes a los Alpes: Alpe d'Huez, La Plagne, Les 2 Alpes, Les Arcs, Tignes y Val d'Isère. Dábamos un servicio integral. Se puede decir que prácticamente todo el día acompañábamos a los clientes. Fue una buena época que me permitió conocer mucha gente nueva e interesante. Pero pasó que a veces podía estar 3 meses seguidos fuera de casa y eso no podía ser muy bueno para mi vida de casado. Así que dejé aquel proyecto y me puse de lleno a ayudar al negocio familiar de mi mujer y volver a la competición dentro de Llessuí. Esto sería el año 84 o 85.
¿Y debió ser cuando te propusieron ser director de Llessuí?
Sí, correcto. Al ver que yo volvía a estar por aquí fue cuando me propusieron asumir la dirección de la estación, pero la situación ya era muy mala en ese momento. Aguanté unos dos años y medio, hasta el cierre de la estación, que en aquellos momentos ya sería propiedad del Banco Industrial de Cataluña. Fue un momento triste.
Pero antes de caer en manos del banco, en sus orígenes Llessuí había sido impulsada por un emprendedor ¿Cierto?
Sí, pero Llessuí no se sostenía económicamente. Pero a diferencia de La Molina, que en aquellos mismos años también quebraba, pero con la suerte de que pasó a ser propiedad de la Generalitat, pasó que en Llessuí, como no había ni el peso histórico que sí podía tener La Molina, la dejaron caer.
Ni el Pallars tenía el movimiento de políticos ni familias que podía tener la Cerdanya ni era una estación tan cercana a Barcelona como La Molina, más aún después de la apertura del túnel del Cadí. Esto hizo que se dejara caer Llessuí y con Llessuí yo mismo.
¿Nos explicas más concretamente cómo fue el funcionamiento y cierre de Llessuí en su último año?
El último año de Llessuí, la temporada 86-87, coincidió con el primer año de la apertura de Port Ainé. Pero el año antes, la temporada 85-86, que era de impase, fue donde nos liamos yo, como jefe de pistas, y Quico Rafel, como director. Fue la Diputación de Lleida y los Ayuntamientos de la comarca los que se conjuraron para abrir la estación a toda costa. Fue una apertura un poco a la desesperada, en precario, pero había la convicción de que había que abrir sí o sí.
Ocurrió que en aquella temporada hubo un accidente mortal, un esquiador que había salido del perímetro de la estación, mientras esquiaba en una zona fuera-pistas. Estuvimos tranquilos porque el Juzgado de Tremp vio claro que nosotros no éramos los culpables de aquel accidente. El problema vino un año más tarde, en la última temporada, la 86-87, cuando ya la situación era insostenible económicamente para Llessuí y el caso del juzgado de Tremp se recurrió y pasó al Juzgado de Lleida.
Ese Juzgado dictaminó que aunque ni yo ni el director éramos culpables, alguien debía hacerse cargo de las indemnizaciones y como que la estación había abierto en precario y sin seguro, resultó que lo primero que hizo el Juzgado fue hacer un embargo preventivo de los bienes a Quico y a mi. Al final perdimos el juicio y nos terminaron de embargar definitivamente, todo el restaurante de Quico, y un piso de mi propiedad.
Pero dos años antes del cierre, en 1985, se había inaugurado el nuevo edificio de servicios y la adquisición de nuevas pisanieves. No se acaba de entender este cierre ...
Bueno, sí, porque en medio de todo esto hubo un inversor privado. Era un abogado residente en Andorra, pero vinculado a ERC, Joaquim Arana Pelegrí. Invirtió, y en cierto modo le dio un vuelco a Llessuí, pero lo hizo porque tenía mucha amistad con el alcalde que entonces, en Sort, era de ERC. Quiso dar apoyo a la situación, pero realmente no era un empresario. Además, pronto vio que aquello económicamente no era una buena inversión sino todo lo contrario. El caso es que sus inversiones coincidieron con los dos peores inviernos en Llessuí por la falta de nieve.
¿Esta falta de nieve que muy a menudo se arrastraba desde su inicio era normal?
Es que Llessuí, cuando se impulsó por parte de Alfons Segalàs y un su hermano, residente en Llavorsí, además de varios socios del CEC (Centre Excursionista de Catalanya), a finales de los años 60, se hizo sin un estudio serio. Simplemente, vieron que aquella montaña en invierno siempre estaba blanca y consideraron que aquello era suficiente para abrir una estación. Y sin estudiar demasiado bien donde instalar los remontes se hicieron las inversiones haciendo pasar el telesilla principal por una cresta que siempre estaba expuesta al viento y a menudo tenía que cerrar. Y el telesquí de los Altars también subía por una especie de lomo o cresta que muy a menudo recibía todas las influencias de los vientos, de norte o de sur o de donde viniera. Esta ha sido un poco la historia de Llessuí.
¿Si Llessuí hubiera reubicado los remontes y hubiera invertido en producción de nieve, crees que hoy en día sería una estación viable?
Sí, creo que sí, porque, por ejemplo, el telesquí y la pista que se construyó más tarde en la zona del Clot, siempre tenía nieve. La montaña de Llessuí es enorme, es como dos veces Port Ainé o Espot, pero en ese momento la estación de esquí no iba vinculada a ningún proyecto inmobiliario, más allá de un hotel y un edificio de apartamentos y, ni en ese momento ni ahora, sin un importante apoyo urbanístico para hacer viviendas alrededor de la estación, el negocio del esquí es viable. Al menos para arrancarlo.
¿Cómo era el ambiente de Llessuí?
Llessuí nació en una época de héroes emprendedores. Todo ello, aquellas familias que ayudaron en el nacimiento de la estación, entre las que había muchas socios del CEC (centre Excursionista de Catalunya) y que no debían ser más de un centenar, tenían muchos vínculos con otras familias y amigos. Eran familias que tenían dinero y que se podían permitir ir a esquiar. Crearon un ambiente muy familiar, donde todo el mundo se conocía, que no quiero decir que sea ni peor que ahora en otras estaciones, pero era diferente, y eso se notaba mucho en el ambiente en el restaurante, donde por cierto se hacía una cocina muy buena y variada.
¿Y una vez cerrada Llessuí, qué hiciste?
Pues coincidió que me rompí la rodilla durante el último año de Llessui y decidí tomarme un año sabático. Aquel año se abrió Port Ainé y ya me ofrecieron ir a trabajar allí, pero preferí esperar un año más y, al siguiente ya sí, me fui de director a Port Ainé.
¿Recuerdas alguna pista especialmente bonita o atractiva de Llessuí?
Sí, recuerdo el Tamborí, que era la pista más comercial, y los Altars, en la que, como ya he explicado antes, allí competíamos y entrenábamos.
¿Volveremos a ver algún día Llessuí abierto?
Yo diría que no.
¿Y una sugerencia para que las estaciones de Espot y Port Ainé no terminen como Llessuí?
Pues sí, decir a los actuales gestores que lo que sólo se mantiene, acaba destinado al cierre. Y que, por tanto, no se limiten sólo al “ir capeando” y que opten por hacer unas inversiones que las proyecten definitivamente. Que miren lo que se ha hecho en otros lugares con montañas que nunca nadie se hubiera imaginado que se podría hacer allí una estación de esquí. Y que vean lo que son ahora.
Por el momento el Pallars no puede competir ni con la Cerdanya, ni con el Valle de Arán, ni con Andorra ni tampoco con Aragón, así que, o se ponen las pilas de verdad para sacar adelante todo esto de lunes a domingo, o en unos pocos años nos encontraremos que ya será demasiado tarde. Y entonces sólo será un destino de familias con niños que vendrán a esquiar, con suerte, uno de los dos días del fin de semana y el resto de semana con las estaciones vacías y predestinadas al cierre.