En WhatsApp, Instagram, Facebook o cualquiera de las redes sociales o plataformas de mensajería en auge, seguro que si eres un apasionado de los deportes de acción y riesgo estos días has visto el video de un “loco” haciendo piruetas con su parapente en medio de las calles, telesillas y edificios de la estación de esquí francesa de Avoriaz.

 

 

 

La trayectoria de Valentin Delluc como adolescente es un clásico para un niño de montaña apasionado por los deportes. El esquí alpino en las pistas de Morzine fue lo primero. Luego, alrededor de los 13 años, pasó al freeski, donde ya destacó por su talento. Casi al mismo tiempo, descubrió otra pasión: el parapente.

 

Cuando no estaba sobre sus esquís, pasaba horas aprendiendo los conceptos básicos de esta exigente disciplina. Ya solo le faltaba el freeride, que empezó a practicar a los 17 años.

 

 

El speedriding aún se está desarrollando y Valentin vio la oportunidad de superar los límites de este deporte, algo que ha estado haciendo desde entonces.

 

 

Sus videos sorprenden a todos los que los miran, ya sean los éxitos virales de 2016 superando una avalancha, o su increíble proyecto de 2021 From Avoriaz with Love, que lo vio regresar a un terreno favorito para llevar el speedriding al siguiente nivel con la primicia mundial.

 

Trucos en las calles, azoteas y telesillas de la estación de esquí desierta... Desde la estación de la Saboya que le vio crecer, el speedrider de Red Bull explica: “Conozco Avoriaz desde que era niño y siempre tuve la idea de hacer cosas allí. Ya había hecho vuelos allí en 2016, y fue entonces cuando vi el potencial que tenía. Con el confinamiento y el hecho de que los remontes están cerrados al público, pensamos que era el momento".

 

En tres minutos de increíbles secuencias, Valentin Delluc explota literalmente todas las posibilidades que un resort medio vacío puede ofrecer a un esquiador con parapente.

 

"Hice mucho freeski cuando era más joven y quería llevarlo al speedriding", explica. Una disciplina del freestyle que lógicamente requería de una preparación muy específica, ya sea en cuanto a formación o en cuanto a logística.

 

"Se necesitaron máquinas y mano de obra para construir todos los módulos", confirma. “Normalmente trabajo en entornos naturales y este es un entorno urbano, por lo que requería más organización. Necesitábamos tener autorizaciones para poder tocar los techos de los edificios, en particular, así que ya habíamos elegido los lugares a donde iba para hacer estos trucos. Había visto los edificios, para estar seguro de que pasaba al nivel de mi ala, de que podía acceder. Por lo tanto, había revisado todo antes, y había estado haciendo vuelos de entrenamiento desde enero para averiguar dónde colocar los módulos".

 

Otro parámetro a tener en cuenta: el viento, elemento imprescindible en la velocidad, pero diametralmente diferente en la estación y en altura. “En alta montaña, a veces tenemos 30 km / h de viento, pero como no hay giros violentos, es posible manejarlo. Allí, con 10 km / h ya era muy turbulento. Fue bastante impresionante ver que tan poco viento era tan molesto".