A una semana de correr en Grandvalira, Lindsey Vonn se liaba a martillazos con su esquí y lo destrozaba para descargar su rabia tras la caída sufrida mientras disputaba el descenso del viernes pasado de Copa del Mundo en la estación italiana La Thuile.
La esquiadora norteamericana colgaba las imágenes en las que, en caliente y martillo en mano, demostraba la frustración que sentía por cómo le había salido la carrera que terminó con los huesos de la Reina de la Velocidad en la pista.