Una Bola de Nieve con ruedas, un abuelo intrépido, Toronto y el policía que lo multó
La bola de nieve rodante. Foto del sargento Russell Nesbitt. AP
Sáb, 30/01/2016 - 22:57
Bruselas, además de capital de Bélgica es una pequeña comunidad cercana a Toronto en Ontario (Canadá). Además de por la motoniveladora inmortalizada por un argentino de Santa Fe, ahora será conocida por sus intrépidos ancianos conductores de bolas de nieve rodantes
Bruselas, es además de la capital de Bélgica, una pequeña comunidad de la provincia canadiense de Ontario, una tierra alrededor del conocido lago en el que en su día navegaban Hurones e Iroqueses gracias a su habilidad para construir las típicas canoas que popularizaron las "películas de indios". Quizá la más famosa que hable de estas tribus sea El Último Mohicano,
En Ontario se encuentra la conocida ciudad de Toronto, célebre por los grandes paquetones de nieve que reciben sus habitantes y que inmortalizó el primo de un argentino de Santa Fe que llegó loco por ver la nieve del Canadá y ...
Un argentino que conoce muy bien la nieve en Toronto
La historia ha dado un vuelco cuando hace unos días, un policía de Ontario, descendiente de aquella Policía Montada que vigilaba las fronteras de Canadá, se sorprendía al ver circular un coche completamente cubierto por la nieve salvo en la ventanilla del conductor.
El sorprendido agente, el sargento Russell Nesbitt, procedió a detener el vehículo al volante del cual iba un anciano conductor con sus buenos 80 años que, ante la incredulidad del policía, relataba que debido a su avanzada edad no había podido deshacerse de los aproximadamente 30 cm de nieve que cubrían los parabrisas y que el trayecto que iba a realizar era de corta distancia.
El policía, todavía estupefacto al percatarse de que el hombre, cuya identidad no ha sido revelada, no podía ver ni torta de la cantidad de manto blanco que acarreaba, procedió a plantarle una multa de 110 dólares canadienses (unos 70 €) por conducir una "bola de nieve".
Posteriormente, el agente ayudó al abuelete a limpiar el coche y le dejó seguir su camino. Pensamos que a pesar de la conducta imprudente del intrépido anciano, el sargento lo dejaría marchar con una leve sonrisilla en sus labios.
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