La experiencia inolvidable de @patiallue en CEROGRADOS de Sierra Nevada
Sun, 28/03/2021 - 08:58
Hay muchas formas de contar las cosas y, a veces, las vivencias en primera persona son la mejor.
En ocasiones, la aventura de ser madre te lleva a plantearte retos de los que no siempre se sale bien parada. Mi última ocurrencia, y quizás de las mejores de mi vida, fue llevar a toda la familia a la nieve, en plena pandemia.
El reto se planteaba desafiante, así que, tras la algarabía de los niños, me dispuse, “San Google” en mano, a empezar a indagar sobre clases de esquí en Sierra Nevada para conocer todo lo necesario y poder llevar a cabo nuestro fin de semana en la nieve. Y entre ese maremágnum de información, surgió un nombre, bueno mejor dicho, una solución para todo...CEROGRADOS.
Ya había oído hablar de esta escuela y me puse a indagar. Necesitábamos plenas garantías dada la situación y más que una garantía era una necesidad. Nada podía quedar al azar. Todo tenía que ser perfecto. Y eso, conociendo mi nivel de exigencia en general, no era tarea fácil.
Y comenzó a hacerse la luz...
Gabriela, la chica que me atendió en un primer momento, fue la amabilidad en persona, anticipándose a mis dudas, a mis miedos y a todas (que puedo garantizar que no fueron pocas) las preguntas que tuve.
Mi primera sensación fue de facilidad y cercanía. Como se suele decir, sabía de lo que hablaba y todo me transmitía una gran tranquilidad.
La clave estaba en los niños, al fin y al cabo, el objeto de todo esto, era que tuvieran una nueva experiencia y buscar una actividad que, de cara a futuro, pudiéramos desarrollar en familia tantos años como nos fuera posible. Todo debía salir bien para que ellos desearan volver a disfrutar.
Así que, con todo dispuesto, del alojamiento a los pases, las clases, las cenas y el material, llegó el día de ponerse en marcha. Con una extraña calma que provenía de la confianza que habían sido capaces de transmitirme y con la tranquilidad de que todo iba a salir bien.
En Sierra Nevada todo es posible
La verdad es que las comunicaciones con Sierra Nevada son estupendas, saliendo de Granada capital, en apenas media hora, estábamos en la estación y el tramo de carretera de montaña no se nos hizo en absoluto pesado.
Al entrar por la puerta de CEROGRADOS nos atendió Leticia, que parece estar dotada de las mismas dotes de adivina que Gabriela, ya que nos identificó por nuestro nombre nada más cruzar la puerta.
“Aquí tengo todo listo para vosotros” me decía, con su gran sonrisa, mientras me entregaba un pequeño paquetito en el que estaban las llaves de nuestro apartamento, la tarjeta de parking, los pases y todos los tickets que pudiéramos necesitar.
Bajamos a la planta inferior, donde Gonzalo, el encargado de material, y su compañero Iván, nos asesoraron y facilitaron todo lo necesario para la “aventura” del día siguiente, y... contra todo pronóstico, las botas, esas grandes incomprendidas de la nieve, a los niños les entusiasmaron. Fue cuando empecé a pensar que todo empezaba a rodar y un extraño gusanillo de impaciencia y nervios empezaba a ocupar mi estómago al ver las sonrientes caras de mis niños. La nieve nos esperaba...
Familykids, jardín alpino y nuestros profes
Y llegamos al Jardín Alpino, donde nos recibió Justine y el resto de los chicos que trabajan allí sacando sonrisas a todo el que cruzaba la puerta del jardín, un área cerrada y exclusiva, donde los más pequeños se encontraban en su salsa. Les hablaron de unas alfombras mágicas que hacían las delicias de los peques, de grupitos por edades y nivel, de juegos dentro de la casita donde podían resguardarse si el tiempo se complicaba.
Cuando quise darme cuenta, los chicos ya no estaban conmigo, se habían unido a sus compañeros, y me di cuenta de lo poco que pintaba allí, así que llegó MI momento. Todos los que sois padres ya sabéis ese alivio que se siente cuando sabes que puedes dedicarte durante un tiempo realmente a ti, dejándolos con la garantía de saber que están cuidados, atendidos y protegidos.
Tenía clase con Tito (ni idea tenía de la paciencia de la que iba a tener que hacer gala conmigo). Me preguntó por mis objetivos, si hacía otros deportes, y por un montón de pequeñas cosas que hicieron olvidarme de que estaba a punto de afrontar uno de los mejores días de mi vida.
En las dos horas que duró la clase disfruté y sacó lo mejor de mí, pero lo mejor de todo estaba por venir. Justo cuando me acercaba a recoger a los niños para comer algo al Sol en una de las terrazas de la zona de Borreguiles, vi a un equipito de pequeños bajando una leve pendiente entre risas y juegos, eran ellos, y me cuesta ponerle palabras a lo que sentí al contemplar esa imagen. Ahora sí comprendí la importancia de que ésta había sido la mejor decisión que había tomado en mucho tiempo.
Nada como quitarse las botas
Agotados, pero extremadamente felices, así llegamos de vuelta a la tienda donde Martín y Guille nos abordaron para comprobar que el día había sido tan redondo como nuestras caras reflejaban. Nos ayudaron a quitarnos las botas, y entre risas, descubrieron uno de los grandes “placeres secretos” de este deporte.
Quedaba mucho día por delante, siesta de rigor, masaje para recuperar los fatigados músculos, y cena en el restaurante que nos habían recomendado. Todo planteado para estar al 100% al día siguiente.
Más y mejor
Al día siguiente hubo más y mejor, de repente éramos “veteranos” de la estación y frenar a los niños se convertía en tarea casi imposible mientras nos acercábamos a la tienda. La sensación de ponerse la bota caliente, que todo el material estuviera esperándonos en pista evitándonos el transporte del mismo, son pequeñas cosas que hicieron todo sencillo. Nos quedaba por delante el segundo día y ya se nos estaba haciendo todo tan extremadamente corto. El tiempo se nos escapaba de las manos.
El Sol en Sierra Nevada es una seña de identidad. Está presente 120 días de los 150 en los que la estación está abierta, gran cantidad de pistas verdes y azules, y un montón de nuevas zonas que se convirtieron en todo un reto a superar conforme fuéramos avanzando en nuestro nivel de esquí en las próximas temporadas.
El entorno, el trato, el cariño que hemos recibido convirtieron nuestro viaje en un cúmulo de emociones a las que es imposible poner precio.
Y llegó la hora de decirse “hasta pronto”
Todo lo bueno se acaba, y llegó la hora de despedirse, aunque por poco tiempo, porque si algo tenemos claro es que muy pronto regresaremos, o quizá, probaremos en Baqueira, donde tienen la estructura replicada para pensar exclusivamente en disfrutar.
Lo tenéis todo preparado, todas estas sensaciones y experiencias están a una sola llamada de teléfono, sólo tienes que escoger el destino y concentrarte en los tuyos. Vais a crear juntos impresionantes recuerdos, de esos que perviven más allá de los años que pasen, y es que, al fin y al cabo, todo esto iba de eso, de vivir, de sentirse especial, de hacer reales las ocurrencias y sueños de una madre, que iba a esquiar con los niños y acabó disfrutando como uno de ellos, y que ahora, lo único que desea es dar las gracias.
Gracias por entender que la perfección de un fin de semana de mi familia suponía un gran despliegue de medios, de los que nosotros no nos dimos cuenta, pero que ahí estaban.
Quizás la base del éxito de CEROGRADOS esté precisamente en eso, hacer que parezca fácil lo difícil. Como clientes no nos preocupamos de nada, fueron ellos los que se anticipaban a todos nuestros movimientos para que todo fuera perfecto.
Quizás la mejor manera de finalizar mi experiencia seria con esta frase de Walt Disney: “La risa no tiene tiempo, la imaginación no tiene edad y los sueños son para siempre”.
CEROGRADOS, el lugar donde la risa, la imaginación y los sueños son para siempre.
VOLVEREMOS
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